De pequeños, solíamos leer libros fantásticos y mirar pelis increíbles donde los protagonistas volaban y nuestra imaginación los acompañaba. A partir de ese estímulo, nuestra creatividad se movía libremente dentro de los límites propios del infinito. Inspirados en autores que habían predicho cosas que la humanidad lograría siglos después: ejercitando su fantasía o simplemente estimando la evolución de algunos inventos a través de los años.
Como ya es una tradición “argenciera”, despedimos el año realizando alguna actividad recreativa al aire libre, que afiance nuestro grupo, nos sirva de distensión, cierre otro ciclo de manera divertida y abra nuevas ventanas a la percepción de nuestro trabajo. Tratando de buscar formas alternativas de actuar en equipo, frente a circunstancias desconocidas, encontrar obstáculos y soluciones rápidas. Sacudirnos la cabeza para un lado, dejar caer las ideas instaladas y volver a inclinarla para que en su lugar entren pensamientos renovados. Casi una metáfora, pero esta vez sucedió así. Literalmente. Nos subimos a un globo aerostático loco, nos dejamos llevar por el viento, librados a nuestra suerte –con la guía y confianza del experimentado comandante de vuelo Eduardo Vaqués Correa– y luego pusimos los pies sobre la tierra con la fascinación de saber que habíamos volado.
Para quien no ha volado nunca –en globo- los pasos son sencillos: agarrás una canasta donde quepan 3 personas, le ponés dos garrafas, la das vuelta, le atás el globo, le largás una llamita, le hacés un vientito con un ventilador, inflás el globo, enderezás la canasta y, si soportás los 90º ahí dentro, ¡volare, oh-oh! Sí, parece simple, pero no lo intenten en sus casas; lo cierto es que siguiendo algunos pasos y cumpliendo requisitos de seguridad, se puede volar. Como todo proceso serio, aunque el fin sea divertido.
Lo que queremos decir es que se puede. Se puede seguir buscando desafíos, manteniendo la pasión y alimentando la vocación. Asumir riesgos en pos de resultados satisfactorios, superarnos, explorar la libertad de crear, y dedicarle tiempo a la recreación como algo indispensable para vivir.
Creemos que cada año debemos progresar, que en cada etapa los objetivos deben ser más ambiciosos desde lo personal y lo empresarial. Así las exigencias van tomando mayor altura. Es la única manera de mejorar la calidad de nuestro trabajo, de honrar nuestra profesión, de no aburrirnos ni aburrir, de poder mantener la frente alta y la mirada fija.
Volemos tan alto como podamos, porque mientras más subimos las corrientes son más fuertes. Y creemos que se puede volar alto sin tener que “volar” del lugar que queremos. Porque triunfar no es irse lejos, sino hacer lo que queremos donde queremos y con quienes queremos.
El vuelo está en nosotros. Entonces, volemos alto: somos nuestros héroes cada día.
¡Feliz 2014!