
Suena el despertador a las 7:00 h, se despierta sin vacilación. Mira a través de la ventana: «Puede que hoy esté muy frío», piensa, antes de volverse hacia el celular para revisar el pronóstico: «Mínima 3º – Máxima 10º». ¡No hay dudas! Se anuncia un día decididamente invernal. El cielo ha ocultado su cuerpo celeste, las nubes lo cubren todo. Sin embargo, esa sensación… casi no parece inquietarse: el frío no le importa.
El café es rápido; dos, tres, cuatro sorbos. Busca la mochila: el cuaderno y el lápiz; los auriculares; el vaso predilecto; aquel libro de marketing, y algunas provisiones. Al salir de casa, el viento helado le golpea la cara; serán unas veinte cuadras caminando —o en bicicleta—. Es el momento de preparación definitiva, la manera de llegar con plena frescura a destino.

Conforme avanza en el camino, incrementa su entusiasmo: «Tengo que ordenar toda la información que he recabado, dar forma a mi investigación… ¡Pero hoy queda definido el proyecto!». A su vez, ocurre aquello de pensar en los compañeros: «¡¿Fer comprará los churros prometidos?!»; «¡¿Quién habrá de quedar “marcado” en la pizarra por haberse burlado —siempre en tono de broma— del compañero?!». A medida que se acerca, comienza a lucir una mueca risueña mientras se dice con convencimiento: «Pase lo que pase, será otro día memorable».
Ya está en la puerta. Toca el timbre y espera a que algún colega lo reciba desde el otro lado del comunicador. A la pregunta «¿Quién es?» le sigue un «Soy yo». A la señal, se abre el negro portal de hierro; la escalera, blanca y reluciente, se abre a sus pies como una promesa. Alcanza el piso superior y comienzan los saludos; aquellos que han llegado antes ya se encuentran en su sitio, cada cual en su computadora de última generación, todos conviviendo en un maravilloso salón elegante y modernísimo, al mejor estilo nórdico.

Seguramente, el primero en llegar ya ha preparado el café —tal es la regla—. ¡Así es! El café reposa amablemente a la espera de los rezagados. Se sirve una taza no muy grande, porque es un café de calidad y ya le ha pasado una que otra vez eso de sufrir cierta ansiedad por haberlo bebido de más.

En caso de darse alguna directiva, escucha con atención y luego enfrenta su tarea particular que no es más que un único eslabón de una poderosa cadena colaborativa en la que cada uno se empeña siempre en pos de un objetivo común: la excelencia, revestida de apasionamiento y creatividad.

La computadora se enciende y comienza la labor de cada día, esa labor que jamás resulta agobiante, ¡al contrario! Cada día es un nuevo desafío, un ajuste incesante y un intercambio de pareceres que nunca permiten descansar, pero que en rigor llevan al mejoramiento conjunto. Estar en Argency es entrega y responsabilidad; seriedad y determinación.
Estamos, trabajamos, continuamos… porque amamos lo que hacemos.