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La inteligencia artificial… ¿se apoderará del arte?

9 septiembre, 2022

Hace tan solo unas semanas, enfrentamos la tarea de brindar algunas nociones sobre el metaverso: sus proyecciones, sus promesas y sus posibles engaños. Es preciso, sin embargo, mencionar que tampoco pretendíamos hacer mella en ninguna estructura con eso —somos juiciosos y realistas—, pero nos pareció oportuno elevar la bandera del juicio crítico y ofrecer caminos alternativos hacia nuevos horizontes de debate.

La tecnología avanza con una celeridad abrumadora. Cada pocos meses un nuevo desarrollo irrumpe en el ambiente y tanto los usuarios como los mercados quedan en estado de procesamiento. La evolución francamente exponencial del sector tecnológico supera nuestra capacidad de reacción y, movidos por el temor del asombro, las más de las veces nos apresuramos a rechazar elementos que, como innovaciones técnicas que son, significan herramientas inestimables. Pero no hemos de olvidar que nuestra especie, frente al sorpresivo fragor de lo desconocido, muchas veces ha incurrido en errores lamentables.

El nuevo hito periodístico que viene comentándose en las redes sociales hace algunos días fue ocasionado por el concurso anual de Fine Arts de la Colorado State Fair. Se trata de un concurso de bellas artes que engloba diversas disciplinas. Pues bien, el caso paradigmático fue el de Jason M. Allen, suscrito a la categoría «Digital Arts/Digitally-Manipulated Photography», quien presentó la obra Théâtre D’opéra Spatial, llevándose la cinta azul para artistas emergentes, junto a su respectivo premio de 300 USD, y convirtiéndose en uno de los primeros creadores digitales en ganar un premio gracias a una imagen generada por IA.

El acontecimiento desató no pocas controversias en todas las redes sociales, donde se expresaron —tanto a favor como en contra— las más variadas personalidades. Pero, antes de proseguir, debemos enfocarnos en la primera cuestión:

 

¿Cómo se obtiene una imagen generada por IA?

Este tipo de elementos son facilitados por diferentes desarrolladores; los más sobresalientes son: DALL-E 2, Stable Diffusion y  Midjourney (es precisamente el último de estos sitios el que utilizó Allen para crear su obra). Estas plataformas trabajan a través de un proceso de deep learning, algoritmos pensados para un aprendizaje automático; el usuario coloca palabras y construye oraciones en una barra de búsqueda que, luego de ser confirmada, genera una imagen completamente única relacionando millones de imágenes de todo tipo, a través de múltiples criterios preestablecidos por código. En rigor, nunca se genera una imagen exactamente igual a otra.

Es esperable que más de un círculo de creativos de la actualidad pongan el grito en el cielo por este tipo de herramientas que, en menos de un minuto, son capaces de emular un cuadro renacentista, recrear un entorno digital o diseñar una ciudad distópica al borde del apocalipsis. Así, creativos de grande talla han expresado fervientemente su repudio a este tipo de tecnologías. Tal es el caso de RJ Palmer, un artista conceptual que ha trabajado con Ubisoft y que reúne a decenas de miles de seguidores a lo largo de todas sus redes sociales. Suele ser un militante contra la IA muy activo en Twitter, asegurando más de una vez que «La IA no es realmente un medio o una herramienta, sino un artista artificial», y esgrimiendo a su vez argumentos nada desdeñables, como por ejemplo:

«El arte se trata enfáticamente tanto de la habilidad como del trabajo involucrado en el proceso. Si algo se puede hacer fácil e infinitamente no es especial, es desechable. Además, realmente no estás haciendo nada, la IA lo está haciendo por vos. Escribir una frase no te convierte en un artista».

De esta manera, vamos a parar a planteamientos históricos que hoy, más que nunca, vuelven a situarse en el centro de la escena.

 

 

La ética de la tecnología

El término tecnoética fue propuesto en el año 1997 por Roy Ascott, reconocido artista británico vinculado a la cibernética y la telemática. La piedra fundamental del planteamiento fue la ética aplicada al desarrollo de las nuevas tecnologías, estableciendo parámetros sobre la viabilidad de proceder siempre con las innovaciones y procurando desentrañar cuándo es contextualmente correcto o incorrecto implementarlas. Estas son cuestiones que suelen verse comprometidas e incluso agravadas por el grado en que la tecnología aumenta o disminuye la capacidad del individuo para influir y modificar su entorno.

Hemos visto, ni bien comenzado el nuevo milenio, de qué manera los nuevos avances de la ciencia han devenido en nuevas maneras de control, de vigilancia, como también de anonimato. Hoy en día las redes sociales son el foco de múltiples operaciones políticas, estrategias individuales e incluso experimentaciones anónimas. De hecho, otra disciplina artística, en este caso la literatura, también fue el centro de fuertes polémicas en la comunidad hispanohablante cuando, hace dos años, la editorial Espasa otorgara un premio por 20.000 EUR al libro Alzando Vuelo, del intrigante poeta venezolano Rafael Cabaliere, ya que algunos sectores de la comunidad de Internet presumían que se trataba de un bot, en este caso: otra IA, pero que tan solo genera frases en tono poético (desarrollo que también existe y se utiliza). De hecho, un considerable número de usuarios todavía sostiene sus dudas.

Como fuere, aún nos encontramos en un punto intermedio y es sano permanecer vigilantes frente al incierto destino de las innovaciones, ya que pueden ser siempre caldo de cultivo para estrategias desleales.

 

 

Repercusiones luego de las críticas a Jason Allen

Olga Robak, quien es portavoz de la feria estatal de Colorado, ha asegurado que la controversia generó una «conversación más detenida sobre la manera de definir qué es el arte y cómo juzgarlo apropiadamente». Por su parte, Scott Stoller, gerente general de la feria, dijo que la obra de Allen cumple con las bases del concurso, pero que está pendiente considerar con detenimiento la continuación de la propuesta concursal, ya que el arte ha sufrido notables modificaciones a lo largo de los últimos años.

Sin embargo, el artista polemizado, Jason, no ha guardado silencio y ha dicho que «no deberían acusar a la tecnología», dado que «la ética no está en la tecnología, sino en las personas». A un mismo tiempo, ha instado a la comunidad a no rechazar la IA, enarbolando la afirmación de que «este proceso no se detendrá» y, en una frase lapidaria, que «el arte está muerto», cerrando con una declaración sentenciosa: «La IA ganó, los humanos hemos perdido». Más allá de confirmarlo o no, es posible considerar que Allen fue así de duro por haber recibido críticas muy agresivas por parte de miles de personas alrededor del globo; antes, se había defendido asegurando haber dedicado horas al proceso de generación de imagen (prueba y error), añadiendo horas de Photoshop para optimizarla y destacando que tasó su obra en tan solo 750 USD, ya que estimó que las herramientas utilizadas y el tiempo invertido en ella no valían más que eso.

Por otro lado, es consecuente —aunque también llama la atención— que muchos de los que son parte activa de los avances tecnológicos expresen su preocupación por cómo se está trabajando. Andy Baio, prestigioso tecnólogo y escritor, ha escrito un interesantísimo artículo sobre el uso de este tipo de desarrollos, manifestando que su uso  «abre preguntas profundas sobre la ética, al deslavar la creatividad humana» y planteando incógnitas fundamentales sobre la legitimidad e incluso legalidad a la hora de trabajar con IA. Por ejemplo: «¿Es ético entrenar una IA en un enorme corpus de trabajo creativo protegido por derechos de autor?» o también «¿Es ético utilizar trabajos de fotógrafos, ilustradores y diseñadores sin compensarlos?». Por esto ha rematado diciendo que «es prácticamente mágico lo que podemos conjurar con IA, pero plantea tantas preguntas éticas que es difícil dar seguimiento a todas».

Estamos, como se ve, a las puertas de una nueva dimensión de lo legal.

 

 

Prospección de un futuro inevitable

Es cierto que atravesamos —ya hace años— una época bisagra en la evolución del ser humano. Ahora tenemos al alcance un universo de posibilidades que, hace tan solo diez años, eran inimaginables. Esto permite, como ocurre las más de las veces, hacer paralelismos con relatos distópicos y vaticinar un funesto porvenir, pero a nosotros nos parece que quienes hablan así no hacen más que rabietas. No se trata de declarar la caducidad del hombre, sino de sobrepujar las posibilidades que hoy tenemos, pensando creativamente, para añadir a las nuevas herramientas nuestras propias notas de innovación. Ya se sabe desde hace siglos: «Nada se crea de la nada». Necesitamos de elementos preexistentes para traer lo nuevo.

Para finalizar, hagamos un breve revisionismo histórico y demos una conclusión. Es oportuno recordar cómo Baudelaire decía acerca de la fotografía, luego del hallazgo de Daguerre, que «Como la industria fotográfica era el refugio de todos los pintores fracasados, demasiado poco capacitados o demasiado perezosos para acabar sus estudios, ese universal entusiasmo no solo ponía de manifiesto el carácter de la ceguera y de la imbecilidad, sino que también tenía el color de la venganza». Otros inventos, como el proyector o la fotocopiadora, inspiraron en su tiempo advertencias idénticas. Si bien el francés lleva razón en eso de ser potenciales y arteras amenazas, vale poner de relieve que ninguna herramienta podrá suplantar la creatividad de nuestra especie, creatividad que se nutre por sobre todas las cosas de la subjetividad. El arte va de plasmar la propia subjetividad —modulada por inaprensibles condiciones— de una manera siempre única.

Este nuevo instrumento, la IA, si se usa adecuadamente, puede resultar en un maravilloso propulsor de nuevas ideas; una ayuda de proporciones incalculables, que puede estimular por mucho el imaginario colectivo. Es cierto, en materia de diseño gráfico estas tecnologías pueden utilizarse para engañar con diversas intenciones a diversos perfiles: colegas, clientes, votantes, etcétera. Teniendo en cuenta que el diseño siempre cumple una función, podemos imaginar que se utilice la IA para evadir el sesudo proceso que implica relacionar conceptos; evitar el laborioso proceso de la creación de identidad de una marca, y demás, pero es incuestionable que un buen trabajo requerirá siempre del componente esencial e intransferible: la habilidad intrínseca del diseñador. Más allá de las dimensiones éticas aludidas, cuestionar este tipo de tecnologías sería semejante a rechazar programas como Photoshop o Illustrator (aunque haya, al día de hoy, más de uno que lo hace). En cuanto al arte, debemos recordar siempre lo dicho: depende tan solo de nuestra subjetividad y es la plasmación de la síntesis, de lo más acendrado de cada artista (aspectos que a veces ni su mismo artífice comprende).

¡Es cierto, es cierto! Hay mucho innoble rondando por el mundo, mucho ocioso que tan solo quiere morder del pastel exclusiva y vorazmente. Muchos utilizarán la IA con intenciones mezquinas —como ya ocurre—, pero otros, los más avisados de entre todos, sabrán ver el magnífico recurso que se ha puesto a disposición; lo hemos dicho: se ha elevado el potencial creativo a dimensiones estelares. Recordemos las declaraciones de Allen, no solo se trata de generar una imagen automática, el resultado también depende del grado de creatividad que invirtamos en mejorarla, y digámoslo también: no es seguro que siempre generemos la imagen que buscamos, como la IA se encuentra fuera de nosotros es de esperar que no interprete de la misma manera lo que nos hemos imaginado.

Por eso les ofrecemos el resultado de una simple y rápida exploración de Argency donde nos tomamos el trabajo de retocar y modificar la composición de una imagen generada con IA: 

 

 

Para la creatividad siempre habrá resto, todo depende de nuestro grado de compromiso. La pregunta no es si las máquinas tomarán nuestro lugar, es si nosotros se lo entregaremos cómodamente.

El mañana no es «otra historia» es nuestra historia. Siempre habrá un mañana, porque el mañana depende de nosotros. Quien renuncie a creerlo ya ha renunciado antes de siquiera comenzar.

 

 

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