Se buscan, se provocan, se dicen, se desnudan, se acaloran, se movilizan, se observan, se abrazan, se pegan, se enciman, se muerden, se agitan, se ensucian, se pegotean… parece un relato erótico de Oliverio Girondo. Pero no: es una síntesis de la campaña electoral que en Mendoza, y ya en veda, nos deja muchos puntos interesantes para analizar, que hacen más atractiva la comunicación y más sensual la estrategia política. Que nos seduce, para qué negarlo…
Esta “contienda” que finaliza nos revela que ciertas estrategias no pierden vigencia, y que cada vez hay que utilizar más el ingenio para comunicar con precisión, valiéndose no solo del mensaje, sino también de los nuevos medios.
Hemos visto a candidatos aferrados a consignas clásicas. Promesas de manual, utopías no tan actuales y dirigidas a votantes predigitados, sin lanzarse al riesgo innecesario de conquistar nuevos públicos. Todo alentado por los irrefutables resultados de las PASO. Paradójicamente, quienes critican esas armas, lo hacen con el mismo recurso: nuestra historia es mejor que la de ustedes. Una competencia que, retomando el comienzo de esta nota, podría medirse en “nosotros tenemos la (historia) más larga”. Señales que evidencian que el mendocino no dejará de ser conservador, aunque vote a la izquierda. Y que el tamaño de la pauta sí importa. Tanto como lo que se va a decir.
Con los números poco modificados desde las PASO, según el correr de las encuestas algunos salieron a acusar con nombre y apellido. Y fue allí cuando comenzó a ponerse hot la cosa. Estar atentos a lo que va a decir el otro, pensar con qué refutar, buscar puntos débiles, tapar carteles, acusar por taparlos. Trabajar día y noche intuyendo qué podrían hacer los demás, antes de pensar qué hacer uno mismo.
Está claro: los más acaudalados pueden valerse de algunas herramientas más que los cronometrados “espaciosgratuitoscedidosporlacomisiónnacionalelectoral”, como la vía pública, por ejemplo. Sobre esos gigantes mensajes, los menos poderosos fijarán sus modestos afiches, marcando presencia y connotando austeridad. Entonces serán sobreempapelados con la leyenda que los acusa de “robar” espacios, lo cual intrínsecamente pone en tela de juicio su posible desempeño en cargos públicos. Es en este momento cuando la campaña toma más color, se hace más interesante: cuando invita a decodificar operaciones más que mensajes. Porque los espacios por ellos liberados para fijar carteles pasan a ser columnas, árboles, garitas, e incluso las paredes donde está explícitamente prohibido. Entonces también se viralizan las acciones por redes sociales, que aportan rápida difusión, mucha exposición y nada de costo. Canales para la campaña de guerrilla, donde se dicen más cosas con menos prejuicios. La meta urgente es encender la polémica, marcar y remarcar la diferencia. Nada nuevo como mensaje, lo utiliza Carrió y lo utilizó De la Rúa; pero muy revelador desde el papel de las redes como vía de comunicación.
Y el tema se comenta, entonces. La derecha con la derecha, la izquierda con la izquierda, los nenes con los nenes y las nenas con las nenas. No conviene arriesgar demasiado cuando tenés tu electorado casi seguro. Eso excita a quienes no lo tienen, que tratarán de seducir a algunos pocos electores que van y vienen. Mientras, los que se animan a contar propuestas, cómodos, tranquilos en la tabla de posiciones, lo hacen sin salirse del molde: vivienda, seguridad, educación, salud. Las cosas por su nombre: no se dice el cómo, sino el qué. Para qué buscar más goles si ya están clasificados. Para qué ir al frente y descuidar la defensa. Ellos ya hicieron su trabajo de oposición que acusa, antes. Entonces ahora se relamen. Se relamen, se tientan, se preparan, se entusiasman, se excitan. Como un relato de Girondo, pero orgiástico: con toda la ciudadanía.
Pero esta vez, de algo estamos seguros: ningún candidato nos ha subestimado. Todos le han hablado exclusivamente a su propio público. Lo cual nos ayuda a comprenderlos mejor, a identificarlos. Ya no nos tratan como corderos confundidos, ya no nos reconocen indecisos. Ahora pensamos, participamos, debatimos, cuestionamos, escuchamos a quien puede interesarnos y a los demás, indiferencia. Dignidad que hemos alcanzado por crecimiento democrático.
Ya no estamos desnudos, ni tenemos apuro por desvestirnos. Estamos grandes. Por eso pedimos, pudorosos, que ante tanta pornografía comunicacional, una vez que pasen las elecciones sigan dignos: recojan sus ropas, despeguen sus afiches, y devuélvannos la Mendoza limpia, pulcra y conservadora. Porque si hay aparato, gente y sacrificio para pegar, debe haberlos para despegar. Que no es lo mismo una sociedad acartonada que una provincia empapelada.
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