El pasado domingo, 4 de diciembre, Argency hizo una escapada a las montañas para celebrar el cierre de este 2022. Aprovechando la celebración por el Día de la Publicidad, el equipo se reunió para compartir dos días verdaderamente inspiradores, desafiantes y regeneradores.
Día 1: Travesía en el río
Salimos rumbo a Potrerillos. El objetivo era pasar, junto a cada integrante del equipo, un fin de semana en las montañas. Para Argency es una costumbre consolidada llevar adelante celebraciones de año nuevo, pero esta fue la primera en la que hubo pernocte. El equipo se asentó en el magnífico Hotel Potrerillos, base para múltiples aventuras.
Antes de desembarcar en el hotel, fuimos directamente al asentamiento de Argentina Rafting, donde nos prepararíamos para vivir una exigente y adrenalínica experiencia, que no por eso fue menos cautivante y motivadora. El equipo se dividió en tres grupos para subirse a los botes. El objetivo: domar el torrentoso río Mendoza.
«Uno pensaría que viene solo a disfrutar, pero al final han venido hasta acá para remar…». Eso dijo el guía cuando subíamos a las embarcaciones. Sin embargo, nos parecía gracioso y a la vez consecuente, porque estamos acostumbrados a trabajar bajo rigor, e incluso es lo que elegimos día a día, porque no existe manera de progresar sin empeño y, muchas veces, remando contra la corriente. Esa es nuestra mejor manera de disfrutar.
Fue intenso. El tumulto de las aguas y la total inexperiencia en este deporte nos obligó a coordinar casi coreográficamente los remos para evitar caer por el embiste de las oleadas y los huecos del río. Nació entonces la metáfora de aquello que hacemos cada día en la agencia: coordinar nuestros movimientos para llevar al equipo a su mejor destino. El irrenunciable esfuerzo colectivo.
Día 1: Volver a crear
Luego de trascender con éxito la aventura, nos preparamos rápidamente para afincarnos en el hotel, lugar donde haríamos base para nuevas y memorables experiencias. Una vez allí, todo se dispuso velozmente para acudir al almuerzo que fue una reunión conmovedora. Una larga mesa de comensales que, entre risas y gestos de aprecio, compartieron un banquete majestuoso.
Las bromas corrían de boca en boca al igual que el exquisito vino mendocino que llenó las copas siempre con intención festiva y en gesto de gratitud. También la carne argentina hizo presencia, una gastronomía bien autóctona donde poder reconocernos y que puso de relieve las incontables bondades de nuestra tierra. Fue un almuerzo de horas, donde pudimos nutrirnos también del afecto recíproco que se hacía cada vez más manifiesto conforme pasaba el tiempo.
Finalizado el almuerzo, se abrió paso a un día de recreación. Tal y como la palabra lo expresa, un momento para volver a edificar desde las bases, una ocasión para regenerarnos colectivamente. Luego de un año cargado de trabajo duro y muchos desafíos, haber tenido un día completo de distensión fue maravilloso. Entre fútbol, piscina, mates, bizcochuelos, chistes y alguna que otra cerveza, hicimos de la tarde un momento de comunión sinigual que nos descubrió aspectos nuevos de cada integrante del equipo y reforzó los vínculos.
Comenzábamos a despedir el día: caía la noche. Antes de la cena, juegos de mesa y un inventario de anécdotas. Todos congregados, dedicándonos unos a otros, siempre acompañados de un buen humor incesante. Luego, una cena más breve pero igual de estimable que el almuerzo, y más tarde, relatos fantásticos —a la manera de un campamento de preescolar— y otros tantos íntimos, personales, que recordaban a nuestros seres queridos. Volvimos a sentirnos algo niños, niños que se juntaban para jugar y descubrir, y al punto recordamos algo esencial: el juego es el primer paso para descubrir la creatividad.
Día 2: El regreso
El último día estuvo sellado por otra experiencia intensa y exigente —el día anterior no fue más que un respiro para un nuevo reto—. Luego de un abundante desayuno, todo el equipo se sumó a una experiencia de arborismo: sortear obstáculos de alta complejidad en altura, entre árboles. Otra actividad impresionante y difícil. Fue más que estimulante ver a todo el equipo encaramarse a los obstáculos sin mediar especulaciones y ver cómo, prueba tras prueba, a todos nos preocupaba que nuestro compañero pueda sortear con éxito los obstáculos. Nos dábamos aliento y nos acompañábamos; esperábamos a que el compañero complete el circuito y si manifestaba temor, expresábamos acaloradamente nuestro apoyo. Regresó entonces la analogía: nada diferente a lo que hacemos día a día.
Emprendimos el viaje de regreso poco tiempo después del tremendo ejercicio. Vivaces y compartiendo algún refrigerio subimos al transporte para regresar a la oficina. Una vez en Argency, nos abrazamos con unas sonrisas que parecían fijadas, se sentía claramente cómo habíamos regresado siendo los mismos, pero que algo había cambiado: estábamos más cerca, más unidos. Habíamos subido un nuevo escalón en nuestro compartir cotidiano. Una vez más, cumplimos un objetivo que nos hizo llegar más lejos, un poco más cerca del sueño común de nuestra agencia.
Fue así que nació una última reflexión que ahora compartimos con ustedes:
Adentrarse en las montañas es como incursionar por los propios paisajes internos, porque los mendocinos somos montañeses. Mal se cree, sin embargo, que por ello somos hoscos; más bien somos complejos y desafiantes, nuestro interior está lleno de riquezas, pero debe indagarse con pasión para descubrirlas. En Argency siempre enaltecemos el valor del talento de esta provincia. Cada vez estamos más consolidados en esta tierra y encontramos cada vez más razones para creer en el talento que aquí se cultiva. Pero ya lo dijimos, solo encuentra el que busca y para eso debe haber compromiso, confianza y generosidad, todos esos valores que en esta celebración de fin de año hemos puesto a prueba y hemos expresado con éxito.
Argency continúa superándose. Siempre un paso más cerca del mañana que soñamos. Siempre enamorados de lo que hacemos, fieles a nuestro lema, porque la idea siempre es la misma: enamorar.